Paso 1: Aromatiza la Leche
¡Empecemos con perfume!—en un cazo, vierte 500 ml de leche, añade 100 g de azúcar, la ralladura de 2 naranjas y canela al gusto—calienta a fuego medio (me encanta ese vapor cítrico!). Antes de hervir, exprime el zumo de las naranjas—revuelve y retira (mi cocina huele a naranja y me hace saltar!). Deja enfriar un poco—es la infusión que da vida (mi corazón late con ilusión!).

Paso 2: Corta el Pan
Toma 1 barra de pan del día anterior—corta en rebanadas de 2-3 cm con un cuchillo (me emociono con esas tajadas gruesas!). Hazlo con amor—que queden parejas (mi cocina ya huele a tradición!).

Paso 3: Remoja las Torrijas
Coloca las rebanadas en un bol grande—vierte la leche infusionada tibia y deja remojar 10 minutos (me siento pro empapándolas!). Voltéalas a mitad—que chupen bien (mi corazón late con cada absorción!). Es el alma jugosa de las torrijas—pura ternura cítrica.

Paso 4: Prepara el Huevo y Fríe
Casca 3 huevos en un bol—bátelos bien (me encanta ese amarillo brillante!). Calienta abundante aceite en una sartén a fuego medio-alto—pasa cada torrija por el huevo y fríe ‘til que dore por ambos lados, unos 2-3 minutos cada uno (mi cocina huele a fritura y me hace soñar!). Voltea con una espátula—es como dorar felicidad (te juro que ya quiero probar!).

Paso 5: Escurre y Espolvorea
Saca las torrijas y escurre sobre papel absorbente—mezcla azúcar y canela en un plato y espolvorea generoso (me siento artista con ese brillo!). Sirve calientes o frías con café—guarda si sobra (en mi casa no dura mucho!). Es el final crujiente—pura delicia dorada.