Ingredients
Para el pastel:
2 tazas de zanahorias ralladas finamente (aproximadamente 3–4 zanahorias medianas)
1 taza de azúcar blanco (200 g)
¾ taza de aceite vegetal (180 ml)
3 huevos grandes a temperatura ambiente
2 tazas de harina de trigo todo uso (250 g)
1 cucharadita de polvo de hornear (5 g)
1 cucharadita de bicarbonato de sodio (5 g)
½ cucharadita de sal (3 g)
1 cucharadita de canela molida (3 g)
½ cucharadita de nuez moscada recién rallada (2 g)
½ taza de nueces picadas ligeramente tostadas (60 g, opcional)
½ taza de pasas previamente hidratadas (75 g, opcional)
Para el glaseado:
225 g de queso crema a temperatura ambiente
½ taza de mantequilla sin sal a temperatura ambiente (113 g)
2 tazas de azúcar glas tamizado (240 g)
1 cucharadita de extracto de vainilla puro (5 ml)
Una pizca de sal para realzar sabores
Instructions
Comienzo precalentando el horno a 180°C (350°F) para asegurar una temperatura estable cuando nuestro pastel esté listo para hornear. Mientras tanto, preparo un molde redondo de 22-24 cm engrasándolo generosamente con mantequilla y espolvoreando una fina capa de harina, o simplemente forrado con papel de hornear.
Lavo, pelo y rallo finamente las zanahorias utilizando la parte más fina del rallador manual. Es importante secarlas ligeramente con un paño limpio para eliminar el exceso de humedad que podría afectar la textura final del pastel.
En un bol grande, vierto el aceite vegetal y añado el azúcar, batiendo enérgicamente hasta obtener una mezcla homogénea con una textura similar a la arena húmeda. Este paso es crucial para integrar bien el azúcar y crear la base de nuestra masa.
Incorporo los huevos uno a uno, asegurándome de que cada uno esté completamente integrado antes de añadir el siguiente. Esta incorporación gradual evita que la mezcla se corte y garantiza una emulsión estable que aportará estructura a nuestro pastel.
En otro recipiente, tamizo juntos la harina, el polvo de hornear, el bicarbonato, la sal, la canela y la nuez moscada. El tamizado no solo elimina posibles grumos sino que airea los ingredientes secos, contribuyendo a la ligereza final del pastel.
Añado gradualmente los ingredientes secos a la mezcla húmeda, incorporándolos con movimientos envolventes utilizando una espátula. Es importante no sobremezclar en este punto para evitar desarrollar el gluten, lo que resultaría en un pastel denso y gomoso.
Una vez que la harina está casi incorporada, añado las zanahorias ralladas a la masa. Su humedad natural aportará jugosidad y ese color anaranjado característico que tanto amamos en este postre clásico.
Si he decidido incluir nueces y pasas, ahora es el momento perfecto para incorporarlas. Las nueces previamente tostadas aportan un sabor más profundo, mientras que las pasas hidratadas en agua caliente o jugo de naranja por 10 minutos quedarán más jugosas.
Vierto la masa en el molde preparado, nivelando la superficie con la espátula para asegurar una cocción uniforme. Un pequeño golpe del molde contra la encimera ayudará a eliminar posibles burbujas de aire atrapadas.
Introduzco el molde en el horno precalentado y horneo durante 35-40 minutos, o hasta que al insertar un palillo en el centro, éste salga limpio con algunas migajas húmedas adheridas. El pastel debe verse dorado en la superficie y haberse separado ligeramente de los bordes del molde.
Retiro el pastel del horno y lo dejo reposar en el molde durante 10 minutos. Este reposo inicial es crucial para que la estructura interna se estabilice antes de desmoldarlo.
Transcurrido este tiempo, desmoldo cuidadosamente el pastel sobre una rejilla y dejo que se enfríe completamente antes de aplicar el glaseado. Un pastel caliente derretiría nuestro hermoso glaseado de queso crema, arruinando horas de trabajo.
Para preparar el glaseado, aseguro que tanto el queso crema como la mantequilla estén completamente a temperatura ambiente. Esto garantizará una mezcla suave y sin grumos que será fácil de extender.
En un bol amplio, bato el queso crema y la mantequilla con la batidora eléctrica a velocidad media-alta hasta obtener una mezcla pálida y esponjosa. Este proceso puede tomar 3-5 minutos y es fundamental para lograr la textura aireada que caracteriza a un buen glaseado.
Reduzco la velocidad a baja y añado gradualmente el azúcar glas tamizado, aproximadamente media taza cada vez. Incorporar el azúcar poco a poco previene una nube de polvo y asegura que se integre correctamente.
Por último, añado la cucharadita de extracto de vainilla y la pizca de sal, batiendo hasta incorporarlos completamente. El glaseado debe tener una consistencia firme pero extendible, capaz de mantener suaves picos cuando levanto la batidora.
Con el pastel completamente frío, aplico el glaseado generosamente sobre la superficie y los laterales utilizando una espátula angulada. Puedo optar por un acabado rústico con ondulaciones o uno perfectamente liso, según mi preferencia estética.
Si deseo una presentación más elaborada, puedo reservar un poco de glaseado y teñirlo con colorante alimentario para crear pequeñas zanahorias decorativas, o simplemente espolvorear la superficie con nueces picadas o canela para un toque final elegante.